“Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).
JUSTICIA PARA LOS OPRIMIDOS
Lee Salmos 9:18; 12:5; 40:17; 113:7; 146:6 al 10; y 41:1 al 3. ¿Cuál es su mensaje para nosotros, también hoy?
Dios muestra especial cuidado y preocupación por la justicia en relación con los diversos grupos vulnerables de personas, incluyendo los pobres, los necesitados, los oprimidos, los huérfanos, las viudas, los viudos y los extranjeros. Salmos, al igual que la Ley y los profetas, son claros al respecto (Éxo. 22:21-27; Isa. 3:13-15).
Muchos salmos utilizan la expresión “pobre y necesitado” y evitan representar a los oprimidos en términos exclusivamente nacionales y religiosos. Esto es así para resaltar el cuidado universal de Dios por toda la humanidad.
La expresión “pobre y necesitado” no se limita a la pobreza material, sino también significa vulnerabilidad y desamparo. La expresión apela a la compasión de Dios y transmite la idea de que el que sufre está solo y no tiene más ayuda que Dios. La descripción “pobre y necesitado” también se refiere a nuestra sinceridad, veracidad y amor por Dios al confesar nuestra total dependencia de él y renunciar a cualquier rastro de autosuficiencia y afirmación personal.
Por su parte, el cuidado de los desposeídos (Sal. 41:1-3) demuestra la fidelidad del pueblo a Dios. Los males cometidos contra los vulnerables eran pecados especialmente atroces en la cultura bíblica (Deut. 15:7-11). Los salmos inspiran al pueblo fiel a alzar la voz contra toda opresión.
Los salmos también subrayan la inutilidad de basar nuestra seguridad en medios humanos perecederos como fuente última de sabiduría y seguridad. El pueblo de Dios debe resistir la tentación de depositar la fe suprema para la salvación en instituciones y dirigentes humanos, especialmente cuando difieren de los caminos de Dios.
Mediante su gracia, nuestro Señor se identificó con los pobres haciéndose pobre él mismo, para que mediante su pobreza muchos pudieran enriquecerse (2 Cor. 8:9). Las riquezas de Cristo incluyen la liberación de toda opresión causada por el pecado, y nos prometen la vida eterna en el Reino de Dios (Apoc. 21:4). Jesucristo cumple las promesas de Salmos como Juez divino, que juzgará todo maltrato a los desposeídos, así como la negligencia en el cumplimiento del deber hacia ellos (Mat. 25:31-46).
¿Cuánto pensamos en los “pobres y necesitados” que hay entre nosotros, y cuánto hacemos por ellos?