“Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su fortaleza y las maravillas que hizo” (Sal. 78:3, 4).
LA PARÁBOLA DE LA VIÑA DEL SEÑOR
Lee Salmo 80. ¿Cómo se describe al pueblo de Dios en este salmo, y qué gran esperanza invoca?
Se describe a Israel como una viña que Dios arrancó de Egipto, la tierra de la opresión, y la transportó a la Tierra Prometida de la abundancia. La imagen de una viña comunica la elección de Israel por parte de Dios y su cuidado providencial (ver también Gén. 49:11, 12, 22; Deut. 7:7-11).
Sin embargo, en Salmo 80, la viña de Dios está bajo su ira (Sal. 80:12). Los profetas anuncian la destrucción de la viña como señal del juicio de Dios, porque la vid se ha vuelto mala (Isa. 5:1-7; Jer. 2:21).
No obstante, Salmo 80 no reflexiona sobre las razones del juicio divino. Dadas las profundidades de la gracia de Dios, el salmista se muestra perplejo porque Dios oculta su presencia de su pueblo durante un tiempo tan prolongado. La tensión entre la ira y el juicio de Dios, por un lado, y la gracia y el perdón de Dios, por el otro, hace que el salmista tema que la ira divina prevalezca y consuma por completo al pueblo (Sal. 80:16).
Lee Números 6:22 al 27. ¿Cómo se utiliza esta bendición en Salmo 80?
El estribillo del salmo evoca la promesa de Aarón acerca de la bendición perpetua de Dios para su pueblo (Núm. 6:22-27) y destaca la esperanza de que la gracia de Dios triunfará sobre las causas de la miseria del pueblo: “Dios, ¡restáuranos! ¡Haz resplandecer tu rostro y seremos salvos!” (Sal. 80:3; ver también Sal. 80:7, 19).
La palabra hebrea para “restaurar” proviene de una palabra común que significa “volver”, y se utiliza una y otra vez en la Biblia cuando Dios llama a su pueblo, que se ha alejado, a volver a él. Está estrechamente vinculada a la idea de arrepentimiento, de alejarse del pecado y volver a Dios. “Y les daré un corazón para que conozcan que yo soy el Señor. Y serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo su corazón” (Jer. 24:7).
¿Experimentaste personalmente el arrepentimiento como un regreso a Dios?