“Porque no nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7).

OTRA IMAGEN Y LA ORDEN DE ADORARLA

martes 17 de junio, 2025

Hace tiempo que los estudiosos de la Biblia ven la conexión entre Daniel 3 y lo que Apocalipsis enseña acerca de los eventos finales. Efectivamente, la orden de “adorar la imagen” o morir (Dan. 3:15) refleja lo que el Apocalipsis enseña acerca de la orden de rendir culto a una imagen so pena de muerte. “Se le permitió infundir aliento a la imagen de la primera bestia, para que la imagen pudiera hablar y dar muerte a todo el que no adore a la imagen de la bestia” (Apoc. 13:15).

Lee Apocalipsis 13:11 al 17; 14:9, 11 y 12; 16:2; 19:20; y 20:4. ¿Qué contraste hay aquí que implica un conflicto entre los mandamientos de Dios y los de hombres?

El pueblo de Dios está llamado a adorar “al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”, es decir, al Creador, en contraposición con la bestia y su imagen. Los tres jóvenes hebreos se negaron, ante una amenaza similar, a adorar a otro que no fuera el Dios Creador. Por lo tanto, por diferentes que sean las circunstancias entre la orden de adorar la imagen en la llanura de Dura en oposición al Creador y lo que sucederá en todo el mundo con el llamado a rendir culto a la imagen de la bestia y no al Creador, el principio es el mismo.

Lee Romanos 1:18 al 25 (observa el vínculo existente entre Romanos 1:18 y Apocalipsis 14:9 y 10 acerca de “la ira de Dios”). En vista de ello, ¿de qué manera la adoración de la imagen de la bestia es solo otra manifestación del mismo principio en juego, el de quién debe ser objeto de la lealtad de los seres humanos?

Adorar no significa única o necesariamente inclinarse ante una imagen y ofrecerle incienso. Adoramos aquello a lo que en última instancia somos leales. Cuando consideramos quién es nuestro Dios Creador y lo que ha hecho por nosotros al redimirnos por medio de Jesús, nos damos cuenta de que es el único que merece ser adorado. Todo lo demás es idolatría. Tal vez esto ayuda a comprender las severas palabras de Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). Los acontecimientos finales van a ser simplemente una manifestación dramática de esta verdad.