“Después Moisés y Aarón se presentaron ante Faraón, y le dijeron: El Señor, el Dios de Israel, dice así: ‘Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto’. Y Faraón respondió: ‘¿Quién es el Señor para que yo obedezca su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel’ ” (Éxo. 5:1, 2).

LABIOS INCIRCUNCISOS

miércoles 16 de julio, 2025

En efecto, el Señor había hecho a Moisés algunas poderosas promesas acerca de lo que haría. Aunque aquel encuentro animó, sin duda, a Moisés, probablemente su ánimo duró poco dada la respuesta que recibió del pueblo.

Lee Éxodo 6:9 al 13. ¿Qué sucedió después y qué lecciones podemos extraer de esta historia acerca de los momentos de decepción y lucha en nuestra vida?

Los hebreos estaban tan descorazonados por su dolor, sufrimiento y duro trabajo que no escuchaban las palabras de Moisés, quien les aseguró que Dios intervendría para cumplir lo que prometió. Habían esperado tanto tiempo sin ver cumplidas sus expectativas. ¿Por qué habría de ser diferente ahora? Estaban perdiendo el ánimo y la esperanza, algo tanto más triste por cuanto aquella era tal vez la primera ocasión en la que habían tenido una esperanza fundada de liberación.

¿Quién no ha estado en una situación similar? ¿Quién no se ha sentido en algún momento deprimido, decepcionado, insatisfecho e incluso abandonado por Dios?

¿Recuerdas la historia de Job? ¿Y la de Asaf, un salmista que luchaba con sus preguntas acerca de la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos? Sin embargo, a pesar de sus luchas, Asaf dio expresión a una de las más bellas confesiones de fe: “Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria. ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Sal. 73:23-26, NVI).

A través de la historia sagrada, Dios ha asegurado a su pueblo que él está con ellos (Isa. 41:13; Mat. 28:20). Él les da su paz, su consuelo, y los fortalece para superar los desafíos de la vida (Juan 14:27; 16:33; Fil. 4:6, 7).

La declaración pactual: “Los haré mi pueblo y seré su Dios” (Éxo. 6:7) expresa la relación íntima que el Señor desea tener con ellos.

Piensa en la declaración “los haré mi pueblo y seré su Dios” (Éxo. 6:7). Aunque el contexto de ella es corporativo, ¿cómo se aplica a cada uno de nosotros individualmente y cómo debería esa relación ponerse de manifiesto diariamente en nuestra vida? (Ver también 2 Cor. 6:16).