“Y tal como el Señor lo había dicho por medio de Moisés, el corazón de Faraón se endureció y no dejó ir a los israelitas” (Éxo. 9:35).
MOSCAS, GANADO Y ÚLCERAS
Lee Éxodo 8:20 a 9:12. ¿Qué enseña este relato acerca de la libertad humana de rechazar a Dios aun teniendo delante las mayores manifestaciones de su poder y su gloria?
Wadjet era el dios egipcio de las moscas y los pantanos. A su vez, el dios Jepri (la deidad del sol naciente, la creación y el renacimiento) era representado con la cabeza de una mosca. Estos “dioses” fueron derrotados por el Señor. Mientras los egipcios sufrían, los hebreos estaban protegidos (Éxo. 8:20-24). De hecho, ninguna otra plaga los afectó.
De nuevo, todo esto fue un intento de Dios de hacer saber al faraón que: “Yo soy el Señor en medio de la tierra” (Éxo. 8:22).
El faraón empezó a negociar. Sin duda, la presión iba en aumento. Estaba dispuesto a que Israel adorara a su Dios y le ofreciera sacrificios, pero solo en la tierra de Egipto (Éxo. 8:25). Sus condiciones no podían ser cumplidas pues ciertos animales eran considerados sagrados allí. Sacrificarlos habría provocado la violencia de los egipcios contra los hebreos. Además, la propuesta de faraón no era el plan de Dios para Israel.
Mientras tanto, la siguiente plaga (Éxo. 9:1-7) cae sobre el ganado. Hathor, la diosa egipcia del amor y la protección, era representada con cabeza de vaca. El dios toro Apis también era muy popular y apreciado en el antiguo Egipto. Por lo tanto, esas otras deidades principales fueron derrotadas al morir el ganado de los egipcios durante la quinta plaga.
En la sexta plaga (Éxo. 9:8-12) se pone de manifiesto la derrota total de Isis, la diosa de la medicina, la magia y la sabiduría. También vemos la derrota de deidades como Sejmet (diosa de la guerra y las epidemias) e Imhotep (dios de la medicina y la curación), incapaces de proteger a sus propios adoradores. Irónicamente, ahora incluso los magos y los hechiceros están tan afligidos que no pueden comparecer ante el tribunal, lo que demuestra que están indefensos ante el Creador del Cielo y de la Tierra.
Por primera vez en el relato de las diez plagas, un texto dice que “el Señor endureció el corazón de Faraón” (Éxo. 9:12). Por confusa que pueda resultar esta frase, ella revela a la luz del contexto que el Señor permite que los seres humanos cosechen las consecuencias de su continuo rechazo hacia él.
El problema del faraón no era de índole intelectual, ya que contaba con suficiente evidencia para tomar la decisión correcta. Era, en cambio, un problema espiritual. ¿Qué debería decirnos esto acerca de por qué debemos guardar nuestro corazón, es decir, velar por nuestra condición interior?