“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11, 12).

EL ESPÍRITU Y SUS DONES

lunes 16 de abril, 2012

Hasta cierto punto, los dones espirituales de una persona definen su lugar en la iglesia local; es decir, están donde el Señor quiere que actúe en el cuerpo. ¿Te pidieron alguna vez participar en un área en la cual no tenías ningún interés? ¿Conoces a personas que aceptaron cargos solo para renunciar después de un tiempo, porque sentían que no eran para ese trabajo? Es probable que la gente a la que le pidieron hacer una tarea haya intentado realizarla, pero estaba en un ministerio para el que no tenía dones para hacerlo. Aunque esto sucede, no tiene que ser la regla.

Lee Hechos 13:1 al 3. ¿Qué sucedió allí, y qué nos indica acerca de la importancia de ser llamados a un ministerio?

Es importante notar que el Espíritu Santo es quien nos llama a ministrar para Dios. Bernabé y Saulo fueron llamados y equipados por el mismo Espíritu. El versículo 2 revela que Bernabé y Saulo ya estaban involucrados en ministrar para el Señor antes de que fueran llamados a un ministerio específico, mientras que Simeón y Manaén no fueron llamados en ese momento.

Jesús prometió que el Espíritu Santo vendría para ser nuestro Ayudador. Parte de la obra del Espíritu es equiparnos para difundir el evangelio. Por eso, si él nos da dones para evangelizar, ciertamente estos son importantes, y necesitamos ejercerlos.

¿Qué nos revelan los siguientes versículos acerca de la interacción del Espíritu con nosotros? Juan 16:8, 13; Hechos 13:4; Romanos 8:11; Hechos 1:8.

Al comprender por qué el Espíritu otorga dones espirituales, vemos cuán vitales son para la salvación de los perdidos que necesitan a Cristo. Por medio de este llamado, cada creyente está involucrado, de diversas formas, en la obra de esparcir el evangelio.

A veces podemos decir que algunos dones son más importantes o especiales pero, en realidad, todos los dones son vitales para la misión de la iglesia. A veces ponemos sobre un pedestal a un evangelista, a un predicador o a un maestro lleno de dones, pero aquellos que tienen dones que alimentan y hacen discípulos son igualmente vitales.