"Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones" (1 Tesalonicenses 2:4).

EL CARÁCTER DE LOS APÓSTOLES (1 Tesalonicenses 2:3)

lunes 30 julio, 2012

Lee 1 Tesalonicenses 2:3. ¿Qué punto clave ves aquí acerca de los motivos?

Los antiguos sabían que hay tres claves para persuadir a la gente de que cambie sus ideas o sus prácticas. La gente juzga el poder de un argumento por el carácter del orador (en griego, éthos), por la calidad del argumento mismo (lógos) y por su influencia sobre las emociones de los oyentes (páthos). En 1 Tesalonicenses 2:3 al 6, Pablo se concentra en el carácter de los apóstoles como la clave de la predicación que condujo a cambios radicales en los tesalonicenses.

Pablo marca un contraste entre él y los filósofos, cuya predicación estaba motivada por el beneficio personal (ver la lección no 3). Pablo usa tres palabras en el versículo 3 para describir malas motivaciones al predicar o ministrar.

La primera es "error", una equivocación intelectual. Un predicador puede entusiasmarse con una idea equivocada. Puede ser muy sincero, pero autoengañado. Piensa que está haciendo bien a otros, pero lo impulsan ideas falsas.

La segunda palabra es "impurezas". La gente era atraída a personas conocidas por su poder, sus ideas o su actuación. Algunos personajes públicos pueden estar motivados por las oportunidades sexuales que vienen con la notoriedad.

La tercera palabra es "engaño", o "trampas". En este caso, el orador sabe que las ideas que presenta son erróneas, pero trata de conducir mal a la gente para beneficiarse él mismo.

A Pablo y a Silas no los motivaban ninguna de estas cosas. Si hubiera sido así, con su experiencia en Filipos tal vez habrían abandonado la predicación. La valentía que mostraron en Tesalónica era posible solo por el poder de Dios que obraba en ellos. El poder que el evangelio tuvo en Tesalónica (ver 1 Tesalonicenses 1:5) se debía, en parte, al carácter de los apóstoles, que brillaban en sus presentaciones. Los argumentos lógicos y las apelaciones emocionales no son suficientes. Sus caracteres estaban en armonía con sus declaraciones. Esta autenticidad tiene enorme poder en el mundo de hoy, como ocurrió antes.

Piensa en tus propios motivos para todo lo que haces. ¿Cuán puros son, cuán libres de error, engaño e impureza? si no lo son, ¿cómo puedes corregirlos? Ver también Deuteronomio 10:16; Filipenses 4:13; salmo 51:1-10.

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