"Los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Génesis 1:28).

CUIDAR DE LAS DEMÁS CRIATURAS

lunes 4 de marzo, 2013

"Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados" (Salmo 50:10). ¿Qué hay en este texto acerca del tema de nuestra mayordomía relacionada con la tierra?

Lee Apocalipsis 4:11. ¿De qué modo este texto contrasta radicalmente con la idea común y atea de una creación sin un creador, un mundo que llega a existir puramente por el azar?

La creación de los animales no fue un accidente o un pensamiento tardío. Dios los creó intencionalmente. Era su voluntad que existieran, y este principio debe guiarnos al tratarlos (ver también Éxodo 23:5, 12; Proverbios 12:10; Lucas 14:5).

En realidad, la crueldad hacia los animales y la indiferencia hacia su sufrimiento son ampliamente reconocidos como síntomas de desórdenes mentales. Se han establecido muchas organizaciones para promover un buen trato a los animales, y eso está bien.

Sin embargo, algunas personas han ido demasiado lejos al pretender que los humanos no son más importantes que los animales y sostienen que los humanos no deberían recibir un trato preferencial. De muchas formas, este es un pensamiento que fluye lógicamente del modelo evolucionista de los orígenes humanos. Después de todo, si nosotros y los animales estamos separados solo por el tiempo y el azar, ¿por qué deberíamos ser más especiales que ellos? Un filósofo hasta ha alegado que un pollo, o incluso un pez, tienen más "calidad de persona" que un feto en el vientre, o aun un bebé recién nacido. Por ridículas que suenen estos conceptos, pueden derivar de un modelo evolucionista ateo de los orígenes humanos.

Por supuesto, tales ideas no tienen apoyo en las Escrituras. Al contrario que los animales , los seres humanos ocupan un lugar especial en el plan de Dios. (Ver Génesis 3:21; Éxodo 29:38; Leviticos 11:3.)

Ponte en la mente de un evolucionista ateo, y piensa en las razones por las que crees que los animales deberían ser tratados igual que los humanos. ¿Qué nos debiera decir esto acerca de cuán importantes son nuestras presuposiciones al determinar el resultado de nuestros pensamientos?