"Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13).
UN NUEVO COMIENZO
Una cosa que la ciencia y la Biblia tienen en común es la creencia de que esta tierra, tal como la conocemos, no durará para siempre. Para la ciencia (por lo menos para algunas versiones de ella), las fuerzas frías y sin inteligencia del azar que trajeron a la existencia la tierra y la vida son las mismas fuerzas frías y sin inteligencia que finalmente las destruirán. También la Biblia enseña que esta tierra no durará para siempre, sino que será destruida. En el escenario que ofrece la ciencia, sin embargo, esa destrucción es el fin de todo para siempre; en contraste, en el escenario bíblico, es el comienzo de algo totalmente nuevo y maravilloso, y que ahora sí durará para siempre.
Lee Apocalipsis 21:1-5. ¿Qué imagen del futuro se presenta aquí? ¿Qué promesas maravillosas nos esperan? ¿Por qué esto es algo que solo Dios puede hacer por nosotros?
Sin ninguna duda, una de las mejores promesas de nuestra nueva existencia es que la muerte y el sufrimiento habrán desaparecido para siempre. Es claro que Dios no considera esas experiencias como positivas. No estuvieron en la creación que Dios declaró que era "buena en gran manera" (Génesis 1:31). Son intrusos; nunca fue la intención de Dios de que formaran parte de la creación original, y no serán parte de la nueva tampoco. Jesús vino para destruir estas cosas, y nunca tendremos que experimentarlas otra vez.
La nueva creación produce un nuevo comienzo. Este desgraciado experi- mento con el pecado habrá terminado. Los resultados se verán y son claros: el pecado trae muerte y sufrimiento, y la ley de Dios es una ley de vida.
Así como Dios creó los cielos y la tierra al principio, él creará un nuevo cielo y una nueva tierra, y con ellos se nos ofrece un nuevo comienzo. Solo Dios, solo el Creador puede hacer esto por nosotros. Todo esto nos llega por medio de la obra de Jesús en nuestro favor. Sin el plan de salvación, no tendríamos esperanza de nada más allá de lo que nuestra actual vida nos ofrece, un pensamiento bastante deprimente.
¿Por qué estas promesas de una nueva existencia son tan vitales para nosotros? ¿Qué sería de nuestra fe sin ellas?