“En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hech. 10:34, 35).

UN MISIONERO TEMPRANO

lunes 20 julio, 2015

“Ve a Nínive” era la orden de Dios a Jonás. En el Antiguo Testamento, la apelación usual a las naciones era “Vengan a Sion”. El plan de Dios era que Israel viviera su religión, y que la nación fuera tan atractiva que otros pueblos se acercaran a ella para recibir conducción (Isa. 56:7).

Jonás, como precursor de los discípulos del Nuevo Testamento (Mat. 28:18-20), recibió la orden de ir a Nínive, un centro impuro de idolatría, brutalidad y totalitarismo. Él hizo preparativos para ir al oeste por mar, aunque Dios le había ordenado ir al este por tierra. Jonás huyó en la dirección opuesta.

Lee Jonás 1:3 al 17. ¿Qué lecciones obtenemos de esta narración?

La reacción de Dios fue una fuerte tempestad. Los vientos obedecen a su Creador, aunque el profeta no lo haga (Mar. 4:41). Jonás dormía durante la tormenta, mientras que los tripulantes gentiles oraban (Jon. 1:14). Con honestidad, Jonás confesó que él había causado la calamidad y testificó del verdadero Dios. “Soy hebreo” se refería tanto a su religión como a su nacionalidad. Debido a la furia de la tormenta, los marineros gentiles trataron de salvarse a sí mismos y a los pasajeros, y mostraron compasión por Jonás al procurar no arrojarlo por la borda. (El profeta estaba dispuesto a sacrificarse para salvar a los otros.) Cuando cumplieron su pedido, la tormenta cesó y el mar se calmó (vers. 15). Los marineros, asombrados, fueron los primeros conversos de Jonás a su Dios, quien pudo actuar aun cuando Jonás huía del llamado de Dios.

La salvación de Jonás fue tan milagrosa como la del barco. Dios preparó “un gran pez”. El original hebreo no especifica qué clase de pez salvó a Jonás al tragarlo. Jonás en el vientre del pez es, sin duda, el episodio más conocido de la historia; pero el mensaje más profundo del libro es que Dios ama y cuida a todas las personas, y desea su salvación.

Hay un solo Dios, el Creador de los cielos y la Tierra (ver Isa. 44:8; 45:5, 6). Cualquier otra cosa que una persona adore es idolatría y error. Cualquier otro “dios” a quien se ore es imaginario, es una mentira. ¿Por qué es tan importante esta verdad, que debemos tener interiorizada, en el contexto de la misión?

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