“En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hech. 10:34, 35).

EN EL VIENTRE DEL GRAN PEZ

martes 21 julio, 2015

La experiencia de tres días en el vientre del gran pez llegó a ser un tipo de la muerte y la resurrección de Cristo (Jon. 1:17-2:10; Mat. 12:40). Dios proveyó y dirigió al gran pez. Aunque hay informes de personas que sobrevivieron en el mar después de haber sido tragadas por una ballena, debemos recordar que Dios proveyó tanto este gran pez como el poder que sustentó a su siervo mientras estuvo dentro de él. Este evento pudo ocurrir únicamente mediante la intervención sobrenatural de Dios, quien, en toda la Biblia, se revela como un Dios que actúa en la vida de las personas.

Hay evidencias de que la frase “tres días y tres noches” era una antigua figura de lenguaje que indicaba el tiempo necesario para el viaje imaginario al Seol, nombre hebreo para la región de los muertos. Considerando lo que le ocurrió, Jonás ciertamente debió de haber estado como muerto.

En el vientre del pez, Jonás comenzó a orar. El capitán había ordenado en vano a Jonás: “¡Clama a tu dios!” (Jon. 1:6, NVI). Ahora, en una situación desesperada, Jonás empieza a hacerlo. Hizo falta esta situación desesperada para que él hiciera lo que debió haber hecho desde el principio. Un resumen de la oración de Jonás ha sido conservado en la forma de un salmo de gratitud. Estos salmos, típicamente, incluyen cinco partes: 1) introducción; 2) descripción de la angustia; 3) clamor pidiendo ayuda a Dios: 4) informe de la acción de Dios; y 5) promesa de cumplir cualquier voto hecho y de testificar de la acción salvadora de Dios. Es decir, Señor, si me sacas de esto, te prometo tal y tal cosa. ¿Quién no ha pronunciado una oración así? La pregunta es: ¿Cumpliste con lo que prometiste hacer?

Lee Mateo 12:40. ¿De qué modo toma Jesús la historia de Jonás y la aplica a sí mismo? Ver también Juan 2:19-22.

El capítulo termina así: “Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra” (Jon. 2:10). La orden de Dios al gran pez logró lo que los bienintencionados marineros habían fallado en hacer por Jonás. Del mismo modo, Cristo ordenó a sus discípulos ir a todo el mundo; Jonás, después de su aventura submarina, fue a los gentiles y llegó a ser el misionero de más éxito en el Antiguo Testamento. El rescate de Jonás es un testimonio de la misericordia salvadora de Dios. Su llegada a la orilla testifica de la decisión de Dios de salvar de la muerte aun a los asirios pecadores.

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