“Truena la voz del Señor al frente de su ejército; son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del Señor es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir? (Joel 2:11).

UN DESASTRE NACIONAL

domingo 14 de abril, 2013

Lee Joel 1:1 al 12. ¿Qué sucedía en la tierra de Judá?

El profeta, que vivía en una sociedad agrícola, llama a los agricultores a sentirse consternados ante la pérdida de su cosecha de granos y frutas. La destrucción ecológica podría incapacitar la economía de la Nación durante años. Además de la pérdida de alimentos, sombra y leña, estaba la amenaza de la erosión. Algunos árboles frutales en Palestina demoran veinte años en crecer antes de ser productivos. En realidad, la devastación agrícola y la deforestación eran tácticas típicas de los invasores, que castigaban a los conquistados haciendo imposible una recuperación a corto plazo.

Lee Deuteronomio 28:38. ¿Cómo nos ayuda esto a comprender lo que sucedía en Judá?

Joel usa cuatro términos diferentes para las langostas (Joel 1:4), a fin de expresar la totalidad de la plaga. La destrucción causada por las langostas fue peor por la sequía. Todas las cosechas se marchitaron y los agricultores se desesperaban porque no tenían nada para comer o vender; ni siquiera semillas para volver a plantar. El hecho de que un desastre similar nunca había sucedido antes destacaba la importancia de la situación.

El profeta también anuncia la destrucción de los suministros básicos en la tierra de Israel, tales como las uvas, los granos y el aceite (Deuteronomio 14:23; 18:4.) El trigo y la cebada eran los granos más importantes en Palestina. Las vides y las higueras, en la Biblia, simbolizan una vida pacífica con abundancia de las bendiciones de Dios en la Tierra Prometida (1 Reyes 4:25; Miqueas 4:4; Zacarías 3:10.) La imagen idílica de paz y prosperidad es la de sentarse bajo la viña y la higuera propias. Todo esto ahora estaba amenazado por el juicio divino producido por causa de sus pecados.

La siega era un tiempo de alegría (Salmo 4:7; Isaías 9:3). Aunque la tierra de Israel era un don de Dios, todavía le pertenecía a Dios. Se esperaba que Israel fuera mayordomo fructífero de la tierra. Por sobre todo, se esperaba que la gente adorara y obedeciera a Dios porque él era quien le había dado la tierra.