PROCLAMAR EL NOMBRE DE DIOS
“El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Joel 2:31, 32).
El oscurecimiento del sol y el cambio de la luna en sangre no deben entenderse como desastres naturales, sino como señales sobrenaturales de la cercanía del día de Dios. En los tiempos bíblicos, muchas naciones paganas adoraban los cuerpos celestes como sus dioses, algo que Moisés dijo que los israelitas nunca debían hacer (Deuteronomio 4:19). La profecía de Joel predice que los ídolos de las naciones comenzarán a desvanecerse cuando Dios venga a juzgar. Joel 3:15 añade que aun el ejército de estrellas perderá su poder y no dará más su luz, porque la presencia de la gloria de Dios resplandecerá más que todo lo demás.
Aunque la aparición de Cristo aterrorizará a los no arrepentidos, ¿cómo darán los justos la bienvenida a su Señor? ¿Cuál es la diferencia vital? Ver Isaías 25:9; Joel 2:32; Hechos 2:21; Romanos 10:13.
En las Escrituras, la expresión “invocar el nombre del Señor” no solo significa llamarse un seguidor del Señor y reclamar sus promesas. También puede significar proclamar el nombre de Dios; es decir, ser un testigo ante otros acerca del Señor y lo que él ha hecho por el mundo. Abraham edificó altares y proclamó el nombre de Dios en la tierra de Canaán (Génesis 12:8). A Moisés, en el Monte Sinaí, Dios proclamó su bondad y su gracia (Éxodo 33:19; 34:5). El salmista llama a los fieles a dar gracias a Dios e invocar su nombre, dando a conocer a las naciones lo que él hizo (Salmos 105:1;). Las mismas palabras se encuentran en un canto de salvación compuesto por el profeta Isaías(Isaías 12:4).
Así, proclamar el nombre del Señor significa tanto ser mensajeros de las buenas noticias de que Dios todavía gobierna el mundo como llamar a la gente del mundo a considerar todo en el contexto de los actos y el carácter de Dios. También significa contar a todos acerca del generoso don de la salvación que Dios ofrece a cada ser humano.