"Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:14)

En un abrir de ojos

miércoles 22 junio, 2011

No hay duda, estar vestidos de Cristo es llegar a ser una persona nueva en Jesús. Es estar restaurado, por lo menos en parte, a la "imagen del que lo creó" Colosenses 3:10. Incontables vidas dan testimonio de la realidad de lo que Dios ha hecho en ellas y por ellas. Muchas de nuestras propias vidas, no importando nuestras faltas, luchas y caídas, testifican de la realidad de lo que significa estar vestidos de Jesús.

No obstante, seamos honestos. Si lo que Cristo hizo por nosotros terminó con su vida aquí, al fin –sea que estemos vestidos de Cristo o no vestidos de él– el sepulcro todavía nos espera. Muchos han sufrido mucho en esta vida por Jesús y por su fe. Cualesquiera que sean las recompensas inmediatas, ¿cuáles podrían ser en contraste con la recompensa real que nos espera en la segunda venida?

Lee 1 Corintios 15:49 al 55. ¿Qué gran esperanza se presenta aquí? Mientras lees el texto, adivina qué palabras vienen de la misma raíz griega que vimos toda esta semana, "vestir" o "estar vestidos".

En los versículos 53 y 54, el verbo "se vista" es el mismo verbo que ya hemos visto. No obstante, aquí el apóstol lo lleva a un nivel enteramente diferente. Estar vestidos de Cristo no significa solo llevar la imagen moral de Jesús, reflejar su carácter y vivir los principios que él nos enseñó. En otras palabras, no es solo un cambio legal, no es solo un cambio moral: también incluirá un cambio físico radical. Nuestra carne mortal, nuestro dolorosa y moribunda carne, será vestida con la misma clase de cuerpo inmortal que el Jesús resucitado tuvo. ¡Qué cambio de ropa, qué ropa nueva! Esa es la esperanza definitiva que nos espera, la única esperanza que realmente hace que nuestra fe valga la pena 1 Corintios 15:12-19.

La mayoría de nosotros (especialmente al envejecer) nos damos cuenta de la fragilidad y la falta de confiabilidad de nuestra propia carne. Si no vemos la fragilidad en nosotros mismos, la vemos en otros. Piensa acerca de la esperanza que tenemos en Jesús, como lo revelan estos versículos. ¿Qué podría este mundo ofrecernos para que valiera la pena perder la promesa revelada aquí?

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