“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8).

DANIEL 2 Y LA PROVIDENCIA DIVINA EN LA HISTORIA

martes 28 febrero, 2012

Si los seres humanos no tuvieran libre elección, sería muy fácil para Dios saber el futuro, dado que todas las acciones humanas estarían predeterminadas. En el siglo XVIII, un francés ateo especuló que, siendo que todo en el universo, incluyendo las acciones humanas, estaban predeterminadas por las leyes naturales, si alguien pudiera conocer todas esas leyes y todas las posiciones de todas las partículas del universo en un momento dado, esa persona podría saber todo lo que ocurriría.

Pero los humanos tenemos libertad de elección. Dios nos hizo así. Como tenemos la capacidad de amar, necesitábamos la libertad de elegir, porque el amor forzado no es amor. Pero el poder de Dios es tan grande que, aun con la libertad humana de elegir, él sabe el perfectamente el futuro, más allá de las elecciones libres que hagamos.

Repasa la profecía de Daniel 2. ¿De qué manera este capítulo es una evidencia poderosa, una “prueba”, de que Dios conoce el futuro, incluso el futuro muy lejano?

Este capítulo fue escrito más de 2.600 años atrás. La historia se ha desarrollado exactamente como Dios predijo. En un sentido, esta profecía es más importante para nosotros hoy que para quienes vivieron hace miles de años, porque hoy, mirando hacia atrás, podemos ver que esos imperios llegaron y pasaron, como se había predicho. Si hubieras leído esta profecía en el tiempo de Medo-Persia, no habrías visto el surgimiento y la caída de los imperios que lo siguieron. De este modo, la profecía tiene para nosotros un mayor significado que los antiguos no podían apreciar.

Y lo sorprendente es que, a pesar de los millones de personas con libre albedrío que vivieron durante las épocas descritas en Daniel 2, Dios sabía, exactamente, y con mucha anticipación que sucedería, qué reinos surgirían y cuales caerían.

El profeta Daniel estaba en lo cierto acerca del surgimiento y la caída de todos esos reinos: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma, incluyendo su división en pequeños poderes, que todavía existen hoy. El único reino que falta es el eterno Reino de Dios (Daniel 2:44). Si, hasta ahora, él estuvo en lo correcto sobre todos aquellos, ¡cuán necio sería no confiar en él sobre este último!

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