El Discipulado y la Gente Común

01 febrero, 2014

¿De qué manera se puede evitar la apatía para alcanzar a los “desechables”, de la sociedad, o sea, un sector de la gente común, con las nuevas de salvación?

En primer lugar, recuerdo que en el contexto de la lección de esta semana, la gente común está integrada por varios grupos de la sociedad. Particularmente son personas marginadas por sus oficios sencillos, por ser faltos de educación, o afectados por diversos vicios, o delincuentes. Entre ellos, en algunos lugares, a algunos de ellos se les etiqueta como “desechables”. El término “desechable”, es aplicado a ciertas personas de una sociedad a quienes se les considera que se les puede eliminar para bienestar de una comunidad. Ese término lo escuché por primera vez cuando visité un país lejano. Realmente me impactó la noticia de ese día que anunciaba que habían aparecido varias personas “desechables” ejecutadas por alguien que quería exterminarlos por representar una amenaza para el bienestar y la seguridad de esa ciudad en particular. ¿Cómo es posible llegar a despreciar a las personas por su condición social a tal punto de considerarlas “desechables” y peor aún, de justificar su muerte?

Afortunadamente, por otro lado, existen personas y organizaciones que han hecho del sector de una comunidad llamado “desechable”, su población objetivo para ayudarles a salir de su condición social y para mejorar su nivel de vida. Uno de los ejemplos notorios a nivel mundial de los últimos años, de este tipo de personas altruistas, fue el caso de la monja conocida como Teresa de Calcuta. Ella, con su ministerio de compasión a favor de los “desechables” es un ejemplo a seguir para ayudar a este sector de la sociedad.

Es cierto que se pueden señalar a diversas personas, que han invertido su vida misma para favorecer a los desprotegidos. Sin embargo, el mejor modelo que los cristianos deben tener siempre presente, es el ejemplo mismo de Jesús. De él, la Biblia dice: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mt. 9: 35, 36). Con estas palabras se describe la visión de Jesús, sus sentimientos y su estrategia para ministrar a todos los seres humanos por igual.

Los ojos de Jesús podían ver más allá de la apariencia externa de las personas. Con esa visión celestial, el no hacía distinción de personas, como lo han hecho los seres humanos a través de la historia. Independiente del estrato social al que pertenecieran quienes le rodeaban, veía en todos ellos, sufrimiento, dolor y necesidades espirituales que necesitaban ser aliviadas. Para él no había ningún sector de la población al que considerara “desechable” y lo pasara por alto en su ministerio a favor de la raza humana. Al contrario, el resumió su misión con estas palabras: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19: 10). El trató a todos como hijos e hijas de Dios. Esa visión de Jesús es la que todo cristiano debe procurar mientras se involucra en la misión de llevar a otros las nuevas de salvación.

La Palabra de Dios señala que la compasión del corazón de Jesús, fue el sentimiento que le llevó a ministrar a los  seres humanos. Su corazón sensible a la condición del prójimo, le impulsó a una vida de servicio sin distinción de personas. Ese sentimiento de compasión, no es natural en el corazón humano afectado por el pecado. Sin embargo, Dios puede ayudarnos a desarrollar esa planta de origen celestial en nuestro corazón. Debemos pedirle que nos de ese sentimiento que tenía Jesús, porque solo así podremos acercarnos, particularmente a los “desechables” para ministrarles y llevarles un mensaje de esperanza y de salvación.

Con la visión que tenía Jesús de ver en todos sus necesidades diversas e impulsado por un sentimiento de compasión, emprendió un estrategia misional ejemplar. En primer lugar, el evangelio destaca que “recorría Jesús todas las ciudades y aldeas” (Mt. 9:35). Esto indica que en su plan misionero no pasó por alto ninguna población, y bien se puede deducir, que tampoco pasó por alto ningún sector de la población con su ministerio de compasión. En segundo lugar, la Biblia indica que el ministerio de Jesús fue de manera integral (Mt. 9: 35). El predicaba para alcanzar los corazones de las personas con un mensaje de esperanza. Además, les enseñaba para alcanzar sus mentes, explicándoles las Sagradas Escrituras. Y finalmente, sanaba toda enfermedad y dolencia del pueblo. En otras palabras, atendía sus necesidades físicas.

Definitivamente, recordar siempre el ejemplo de Jesús a favor de los seres humanos, y practicarlo, es el mejor antídoto para evitar caer en una apatía misional hacia ciertos grupos de la sociedad como los llamados “desechables”.

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