Los demonios, que son ángeles caídos, saben quién es Jesús, y aun ellos –en su odio, rebelión y malicia– se ven obligados a reconocer que él es santo. Nota que temían que Cristo los destruyera. ¿Por qué ese temor? Debe ser porque, llenos de pecado, aun los demonios temen la santidad de Dios, así como los seres humanos.